En la vida existen múltiples formas de aparecer y de darse un lugar dentro de la existencia y los actos como tal, pero también en la ausencia de actos aparece una forma de aparecer. Aquí me pienso referir con respeto, sobretodo, y dejándolo claro a la actitud de no asumir lo que implican ciertos asuntos en la vida, toda elección implica una responsabilidad basada en actos y el Skateboarding no es la excepción. Este es un texto difícil de escribir en el sentido de poder plasmar un fenómeno sin atentar contra el respeto y las formas de elección de cada persona en su vida, al igual que las formas de asumir, por lo tanto, a lo largo de la historia del skate, también han aparecido personajes que terminan asumiendo una posición digámoslo así, pasiva, frente a lo que implica el acto de montar patineta, de hacer skateboarding, dado que no se termina asumiendo la parte que más llena y que termina generando la verdadera pasión por el skate: montar o maniobrar una patineta, más que asumir una pose, un estilo de vestuario, o a la patineta como un accesorio de moda, que como lo sabemos, la moda termina siendo pasajera en algunos casos.
En este escrito deseo poner en la mesa dicho fenómeno que siempre ha aparecido en múltiples tendencias y estilos de vida, no solo en el skate, pero del que terminamos siendo testigos a la hora de estar en la calle patinando, a la hora de asumir, todo lo que implica ser un skater, sin querer expresar con esto que nos creamos una elite o un grupo de mejores personas, dado que eso solo nos haría peores personas, pero sí terminamos siendo en algunas ocasiones movilizados por aquellos que no terminan tomando esta pasión llamada skate de una manera seria, asumiendo solo un semblante, una pose, un vestir o una apariencia, dejando de lado lo más importante: montar, patinar.
Cuando yo empecé a montar patineta en los años 90, en el colegio donde estudiaba había muchos skaters, los llamábamos de forma jocosa, “pijamas”, en otros combos los llamaban despectivamente “skaters rameras”, y así de muchas otras formas, pero personalmente con el término “pijama” nos queríamos referir a aquellos que no asumían mas allá de una forma de vestir o de mostrarse, es decir, los que no montaban patineta pero se podían confundir con los que montaban, por sus vestimentas y también en algunos casos portar patinetas que no eran patinadas, solo eran un adorno más.
El sector no solo se reducía a eso, aparecían los que para mi gusto eran los que más terminaban por movilizar asuntos negativos, aquellos que también montaban, pero no con el hecho y el sentido de disfrutar, es decir, de montar patineta y disfrutar más allá de cualquier otra cosa. ¿Acaso eso no termina siendo el sentido de todo esto? Para mí en aquél entonces en medio de mi adolescencia esos eran los personajes que catalogábamos con mi grupo de amigos como los verdaderos “pijamas”, aquellos que montaban pero solo para lucir una vestimenta, que aprendían trucos, solo con la única intención de borrarse al otro, de sobrepasarlo y de que este se diera cuenta que ya lo habían superado, muchos de esos trucos, podría asegurar que la mayoría sí eran hechos, pero mal ejecutados, sin estilo, sin pasión, algo que para mí no encajaba con la visión que yo y muchos amigos teníamos del skateboarding. Esos “pijamas” eran los que hacían ver el skate como algo pasajero, sin estética y peor aún, como ya lo dije, sin pasión.
Dichos personajes afortunadamente no trascendían, dado que no montaban para ellos mismos, montaban para ser vistos, para humillar o sobrepasar al otro, sin enfocarse en el estilo, que en verdad no se puede fingir, pero que la falta de pasión y de un verdadero gusto por la patineta les dejaba ver una estética poco agradable a la hora de ejecutar un truco. Es decir, el asumir el skate como una forma de aparecer ante otros, más allá de aparecer para ellos mismos y, como ya dije, afortunadamente dichos personajes fueron y son efímeros en el skate a lo largo de las épocas y generaciones, quedando lo más importante a los que verdaderamente les apasiona y los que desde su pasión y sus ganas terminan creando y ejecutando movimientos en la patineta, mismos que terminan generando un sin número de alegrías desde los trucos hechos con estilo, con pasión y sin dejar de divertirse.
Para cerrar, voy a nombrar una frase que nos repetíamos constantemente cuando empezamos a montar patineta mis amigos y yo: “es mejor hacer un truco bonito y con ganas, que 20 trucos feos y sin ganas”.
Michael Chávez Camacho